Detrás de las condiciones contemporáneas de la arquitectura. Realidades paralelas visibles / invisibles

Behind the contemporary conditions of architecture. Visible / invisible parallel realities

Giovanni Castellanos Garzón

Facultad Ciencias del Hábitat, Programa Arquitectura, Universidad de La Salle. Bogotá (Colombia)

gcastellanos@unisalle.edu.co

Resumen: Este articulo producto de la tesis doctoral en Pensamiento Complejo titulada PARADOJAS VISUALES. Nuevas estéticas en la arquitectura contemporánea en Bogotá, busca hacer evidente cómo el mundo visto desde una realidad exterior, nos lleva a una imagen superficial, por consiguiente, el objetivo es encontrar una visión coherente y consistente que sea capaz de comprender los hechos sobre los cuales la ciencia y la arquitectura dialogan en conjunción con la vida y la armonía. En consecuencia, las obras contemporáneas se tornan en enigmas conceptuales desde diferentes sentidos estéticos y éticos, aunque el juicio negativo o positivo de unas obras basadas en las apariencias y no en los contenidos configuran un nuevo paradigma que aspira al conocimiento mutidimensional, reconociendo al mismo tiempo, cambios en las visiones de la percepción estética al tratar de abordar y explicar la complejidad del mundo de la arquitectura.

Palabras clave: Arquitectura, contemporaneidad, estética, ética, imagen.

Abstract: This article is the product of the doctoral thesis in Complex Thinking entitled VISUAL PARADOXES. New aesthetics in contemporary architecture in Bogotá, seeks to make evident how the world seen from an external reality, leads us to a superficial image, therefore, the objective is to find a coherent and consistent vision that is capable of understanding the facts on which science and architecture dialogue in conjunction with life and harmony. Consequently, contemporary works become conceptual enigmas from different aesthetic and ethical senses, although the negative or positive judgment of works based on appearances and not on content configure a new paradigm that aspires to multi-dimensional knowledge, while recognizing, changes in the visions of aesthetic perception when trying to approach and explain the complexity of the world of architecture.

Keywords: Architecture, contemporaneity, aesthetics, ethics, image.

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1. Introducción

La arquitectura contemporánea se ha establecido como cultura icónica y simbólica, para establecerse como arte de consumo, donde su imagen proyectada o construida se fundamenta en autorreferencias globales sin remitirse a la cultura local, planteando un sin número de estéticas banales elaboradas por sus autores (arquitectos) que tienden hacia el exhibicionismo (mercancía). Ahora los edificios tienen marca, encaminados “[…] hacia el mercado porque ese es el lenguaje primordial de comunicación en nuestra sociedad” (Harvey, 1990, p. 96), una especie de impronta que los identifica, muchos de estos nuevos edificios se proyectan a partir de la imagen; son concebidos para ser fotografiados, y no tanto para ser habitados.

El presente artículo de reflexión acude a varios autores, quienes nos proponen otro tipo de conexión con el mundo, otro modo de conocer(nos), capaz de construir un modo fluido y abierto a los intercambios del devenir entramado del conocimiento, al colocar el propio modo de entender el mundo contemporáneo en un deseo, en un anhelo, es decir, en un desiderátum. En ese sentido el presente artículo analiza la arquitectura como el ambiente simbólico que reconoce e ilustra una cultura, lugar privilegiado donde se pone en evidencia el modo como se piensa el mundo. Por tanto, el observador se vuelve entonces un elemento consciente al reconocerse como productor de lo observado, siendo entonces ahora parte de lo observado y de lo construido.

Desde un enfoque transdisciplinar, se propone un entramado de relaciones que se mueven ambivalentemente, sin causalismos, como dice Christopher Alexander “[…] mi método requiere que nos enfoquemos en la sana realidad interna del sentimiento del observador” (2002, p. 343). En ese sentido, el instinto humano, la experiencia cognoscitiva e intelectual en la que vivenciamos el mundo, es la forma y versión más real en la cual podemos indagar y estudiar la complejidad de la arquitectura, para finalmente llegar a una imagen del mundo que incluye el yo, y que claramente reconoce más allá de los códigos aquí esbozados la naturaleza compleja del arte de la arquitectura (figura 1).

Para organizar los contenidos de forma expositiva, el artículo se divide en tres apartados. En el primero, se distingue la contradicción cambiante entre ética y estética que condiciona la arquitectura contemporánea al sustituir una realidad sin sentido por otra transformada arquitectónicamente.  En el segundo, la relación entre la imagen y el objeto arquitectónico constituirá un reflejo permanente, confrontando su condición efímera, reproductible, manipulable y contingente. Por el contrario, la imagen recoge otro aspecto de la realidad, su cara oculta, su presencia ausente, en ese sentido, la arquitectura contemporánea, hace de su reflejo el paradigma de su imagen, reflejándose, viéndose a sí misma, copiándose, imitándose haciendo de este ensimismamiento su protección y su fuerza. En el tercer apartado, se exponen algunas conclusiones para dejar abierto el debate.

2. La fragilidad arquitectónica contemporánea, contradicción entre ética y estética

Esta reflexión abre camino a reconsiderar tomar nuevamente el arte, ya que ha sido uno de los medios de representación más influyentes en todo el mundo, en lo estético fue muy expresivo, trasmitió todo tipo de sensaciones, en la arquitectura produjo muchos cambios como lo menciona Hegel en su libro Arquitectura “En sus esfuerzos por actuar hacia el exterior y por representar lo exterior, el arte puede desembocar en efectos para los cuales se sirve de lo desagradable, lo forzado, lo colosal” (Hegel, 1981, p. 13), la arquitectura se enfocó a partir del florecimiento del arte a vender su imagen, sin embargo lo que no puede controlar fue la forma obsesionada en que lo hacía, no dándole opciones al observador de poder ver desde diferentes puntos de vista un proyecto arquitectónico si no que se apodero siempre de una vista y esta fue la exterior.

Es interesante ver como Hegel tiene un pensamiento profundo acerca de la arquitectura, al interesarse por un tema poco convencional para la época el cual era cómo el espacio podía hablar a través de la imagen, “nada hay más ajeno al estilo ideal que el deseo de agradar” (1981, p. 10), ese agrado que el manifiesta genera ese impacto por la arquitectura, dando a pensar cómo se podrían hacer proyectos bajo la sencillez de los sentimientos. Desde la modernidad se abolió todo lo que llevara a una tradición, se tuvo una visión reduccionista del mundo, tanto que se olvidó todo lo que la arquitectura significaba, en ello también refuta Hegel “La unidad simple de las grandes masas se ve quebrada, fragmentada en una multiplicidad de detalles particulares y finitos, de modo que el conjunto ofrece un doble aspecto, o más bien dos aspectos tan contradictorios como posible sea” (1981, p. 139), al ver como aquellos sentimientos por la arquitectura se encontraban intactos en cada persona pero sin poder percibirlos en la misma arquitectura, se ve como el mundo se preocupaba más por tener sus ciudades cada vez más desarrolladas sin darle un sentido propio.

¿Qué podría significar un edificio? ¿Más aún que significa para la arquitectura y para las personas que ese edificio exista? Es inquietante ver como se le da relevancia solo aquellos edificios que nos hablan de acontecimientos importantes, “un edificio destinado a revelar un significado general no tiene más finalidad que esa revelación y por tal motivo es símbolo” (Hegel, 1981, p. 41), más aún, donde la imagen del pasado parece ser la evidencia precisa para entender las cosas, siendo que esa información que se recibe se puede interpretar de muchas maneras, hasta el punto de cegar a la humanidad. Sin embargo, “Se ha tratado de desarrollar un pensamiento multidimensional, opuesto al cartesianismo y a las simplificaciones racionalistas, que se fundamente en la construcción de interpretaciones sistémicas y relacionales, mediante la vinculación y la comprobación” (Montaner J. M., 2002, p. 12). La complejidad de la arquitectura y del arte del siglo XX es aglutinado en torno a un punto de vista holístico, que detrás de cada uno de los conceptos formales básicos existe una visión del mundo, una concepción del mundo y una idea definida de sujeto.

Ahora, la tergiversación es pensar que un edificio cualquiera no tiene un significado y más presuponer en que esa forma tiene que tener algún tipo de comprobación para ser aceptaba, quizás para los que tengan algún conocimiento sobre la arquitectura puedan atravesar los grandes muros que impiden ver más allá, de lo que puede significar la arquitectura. Sin lugar a duda la modernidad negó cualquier carga semiótica en sus formas hacia la arquitectura tratando de superponer otras maneras de conocerla a través de su imagen exterior, con ello llega la posmodernidad donde se hace más resaltante aun esa fragmentación del mundo que planteaba Hegel y que de igual manera menciona Jacques Lacan:

Es la condición misma de la condición simbólica y la entidad esencial del orden racional, sin las cuales ninguna ciencia podría constituirse. Gracias a esta notación, la eficiencia de las imágenes, todavía sin relación posible con una unidad de medida, pero provista ya de un signo positivo o negativo, se puede expresar por el equilibrio que aquéllas logran y, de alguna manera, por un método de doble pesada (Escritos I, 2009, p. 97).

La identidad de cada edificio es inauténtica, formada por una mirada de imágenes, fragmentadas y fortuitas.

Por esta razón, los sistemas arquitectónicos contemporáneos ven en la fragmentación un collage desde un punto de vista positivo y negativo, en primer lugar, positivo ya que la fragmentación puede reagruparse como un rompecabezas y de esta manera poder ser totalitario siendo esto riesgoso, en segundo lugar, negativo porque de cierta manera fragmentarse no garantiza que pueda generar una identidad, es más puede perderse. Esto permite pensar como lo dice Montaner: “Cada obra está constituida por palimpsestos sin conexión que se superponen en un universo disperso que ha perdido su centro y su eje” (2008, p. 151), es así como la arquitectura realmente se encuentra desvinculada sin nada que teja los vestigios que va dejando a través del tiempo. En conclusión, es posible pensar que el mundo es un pliegue más que cualquier otra cosa como lo menciona Deleuze “El mundo es infinitamente cavernoso o esponjoso […] es un inmenso origami, se acerca a lo imprevisible y vivo de la naturaleza” (1989, pp. 15-27), en el momento solo se piensa que la ética y la estética aborden las apariencias y las cuestiones sobre cómo debe funcionar la arquitectura, esto se puede confrontar en el análisis de las formas complejas, al brindar el marco de desarrollo de la tendencia actual en la arquitectura, apreciándose formas dinámicas y fluidas logradas a través de la confluencia de fragmentos heterogéneos, ensambles y superposición, sin una lógica clara.

Actualmente es posible ver como hay interés como desinterés en la arquitectura producida por el posmodernismo, y como este da algunas ideas de como las interpretaciones actuales en la arquitectura son erróneas al descalificar tanto el pasado como del presente; en esta confusa condición contemporánea se plantea “una nueva ética para la arquitectura” (Montaner J. M., 2007, p. 102), el edificio transforma el espacio en su lugar; estableciendo el lugar, articula un ethos. Un ejemplo de esta descalificación, se puede evidenciar en la arquitectura vernácula, se piensa que esta arquitectura es cuestión del pasado, aunque no haya conciencia de que también alberga el tiempo presente y por esto se desacredita. Las Matmatas en Túnez como también los Tulou en China por ejemplo son refugios que quedaron en el campo invisible de la arquitectura y de la sociedad, solo queda la exhibición de la apariencia, sus espacios ya no son usados para lo que se destinaron, sin embargo, siguen haciendo parte del tiempo actual. Esta arquitectura es testimonio de la cultura popular, conserva materiales y sistemas constructivos regionales de gran adecuación al medio, por lo que constituye un enorme patrimonio que debe ser protegido y conservado.

El edificio tiene así una función ética. Hoy esta función está amenazada por el compromiso con la objetividad que ha moldeado la modernidad. Si ese compromiso ha traído una nueva libertad, también ha traído una pérdida de lugar. El edificio puede recuperar su función ética sólo cuando aprende a preservar y articular esa tensión. Pero para hacerlo, primero debe abrirse al lenguaje ambiguo del espacio y el lugar, como en el sueño que tiene Heidegger sobre La casa de campo de bosque negro,

[…] a pesar de los tipos de construcción que pueden haber tenido un significado comparable […] hoy en día el pensamiento mismo de la arquitectura como expresión de “los intereses más profundos de la humanidad” y de las verdades espirituales de la más amplia gama” se opone al espíritu de la época, como atribución de una función ética a la arquitectura (Harries, 1997, p. 356).

En Black Forest Farmhouse (Harries, 1997, p. 152), se asimila el tema estético y ético a este edificio, siendo el mismo edificio el que permite apropiarse del lugar y así mismo del entorno natural donde se ubica sus elevaciones en la montaña fueron pensados para soluciones muy sencillas como lo fue la protección contra fuertes corrientes de aire en el que además utiliza la pendiente para su protección, la relación de espacios está pensado dentro del edificio para generar un altar que conecte así mismo el mundo mortal con los divinos, el techo soporta la nieve en tiempos de invierno, quizás lo más llamativo de esta construcción no sea lo moderno ni tampoco lo gran evolucionado, visualmente es una casa de campo cualquiera, sin embargo la forma en que se pensó hacerse fue única con tan solo conceptos humanos fácilmente comparable como se construía en las épocas medievales todo fue intuitivo y acudía a tener una sensibilidad por lo que se hacía.

No obstante a los arquitectos, entre otros, ver en el “pensamiento complejo que aspira al conocimiento multidimensional” (Morín, 1998, p. 23), a la realidad cada vez más discontinua y descentrada, la posibilidad de legitimar la diversidad de interpretaciones tanto éticas como estéticas en el ámbito del proceso creativo, permite el reconocimiento de la diversidad y de la complejidad y de cómo la arquitectura no es solamente de uso privativo de la ciencia, sino que forma parte de nuestra manera de reflexionar sobre el mundo, permite dentro de la función ética de la arquitectura “una revisión de los elementos que aportan valor a la arquitectura, como la ornamentación y la voluntad de atender a la diversidad social, cultural y étnica” (Montaner J. M., 2007, p. 103). Estimaciones que presentan la disputa entre materia y espíritu, la lucha esencial dentro del ser humano y la necesidad de una autoafirmación más compleja de la arquitectura, “Su propósito sigue consistiendo en armonizar el mundo material con la vida humana. Hacer más humana la arquitectura significa hacer mejor arquitectura” (Aalto, 1982, p. 29). Así las construcciones arquitectónicas humanizan el mundo otorgándole una dimensión humana y un horizonte de juicio y significado.

La intención estética como deseo inherente de belleza y de un mundo mejor, se reconectan a una dimensión ética. Karsten Harries considera que la arquitectura consiste en proporcionar el orden y el significado experiencial de un pensamiento no arbitrario de la arquitectura:

La arquitectura ayuda a sustituir una realidad sin sentido pro otra transformada teatral o, mejor aún, arquitectónicamente, realidad transformada, que nos atrapa, y, mientras nos rendimos a ella, nos concede una la ilusión de sentido. […] No podemos vivir en el caos. El caos debe transformarse en cosmos. […] Cuando reducimos la necesidad de cobijo a una necesidad material, perdemos de vista lo que podríamos llamar la función ética de la arquitectura (1993, pp. 47-51).

Destaca la importancia de esta función ética en el arte de la arquitectura; cuando la arquitectura pierde el contacto con esta base mental esencial se transforma en un ejercicio vacío, de técnica y estetización. Considera la condición posmoderna de la arquitectura del siglo XXI un proyecto que ha diluido los valores políticos y comunitarios a causa de su vulnerabilidad, frente a la recuperación de los valores éticos y humanistas.

Sin embargo, para Juhani Pallasmaa, es importante recuperar los valores individuales y sensitivos de la estetización y belleza arquitectónica.

En mi opinión, tanto el idealismo como el optimismo, la justicia y la esperanza están conectados con el deseo y la pasión por la belleza. La belleza y la capacidad de la imaginación también coexisten ya que la experiencia de la belleza nace necesariamente de la fusión de la percepción y el deseo, la realidad y la idealización, la observación y la compasión (2014, p. 144).

Afirma, por tanto, como la imagen tiene dos caras y esa en realidad es la belleza por esa misma sensación que se siente una exaltación en el espíritu y que permite conocer el mundo y su evolución “El papel de la arquitectura no es embellecer la vida, sino reforzar y revelar, su esencia, su belleza y su enigma existencial” (Pallasma, 2014, p. 146).

Siguiendo a Harries, la arquitectura va más allá en un compromiso con nosotros mismos,

[…] es sobre todo en términos de las actividades en las que estamos comprometidos que comprendemos la proximidad y la distancia. Como reconocía la arquitectura humanista, el cuerpo humano proporciona algo así como una medida natural del espacio. La medida de esta medida es la diferencia cualitativa de las direcciones del espacio que habitamos (1997, p. 157).

En esta nueva forma de ver la arquitectura se busca la manera en que las personas pueden retomar ese interés por la arquitectura, viéndola desde su lado más sensible con la naturaleza y como esto puede generar diferentes vivencias sin quedarse siempre con un desinterés por la monotonía o un interés solo por la apariencia, sino que además incorpore un valor propio de cada persona, ahora, “la tarea del arquitecto, también, es prestar atención a ese llamado y dejar que el edificio diseñado sea una respuesta inevitablemente precaria” (Harries, 1997, p. 162). Esto ocurre día a día con la arquitectura, los nuevos proyectos se vuelven tan extraños, no hay un reconocimiento de ella, aunque haya evolucionado gracias a la tecnología o haya permitido abrirse a nuevos mundos, algo si está claro, aún no se sabe lo que la arquitectura o la vida puede ofrecer.

Caminamos entre extraños,[1] “[…] el extraño es alguien que nos importa poco y nos sentimos tentados a que nos importe aún menos” (Bauman, 2009, p. 189), recorremos espacios insólitos sin ningún interés por saber su significado, alimentando en el fondo, nuestra ignorancia. ¿Sera que la ética nos consumirá o, por otro lado, la esteticidad hará lo mismo? y de paso, ¿Consumirá la ética y la estética a las personas y al mundo entero que ha formado? Este tema queda abierto ante dictámenes contradictorios, a la magia de lo intangible y a los requerimientos mensurables de la arquitectura, en una disciplina que depende cada vez más de la creatividad considerando a los edificios activos de inspiración, aun cuando el hombre es perceptivo como visual no se da cuenta que hay cosas importantes en la arquitectura que no se pueden ver, son totalmente efímeras, puede haber tantos cambios en la arquitectura como le sea posible sin embargo estos dependen y exigen una nueva manera de poder comprenderlos.

3. La arquitectura en la encrucijada del nuevo paradigma de la imagen

Las vivencias humanas generadas a partir de comportamientos sociales y desencadenadas por cuestiones políticas, pero ante todo éticas son el proceso por el cual la arquitectura se evidencia, generando consigo el resultado y la muestra viva del pensamiento humano. Deyan Sudjic en ese sentido nos habla de los dilemas y conflictos respecto a edificios diseñados y construidos por la profesión arquitectónica.

La arquitectura, por otra parte, es un tema cargado de auténticos conflictos, y parece haber adquirido una extraordinaria capacidad para hacer que todo tipo de personas se enojen mucho por asuntos que van desde lo más intensamente personal hasta lo más difusamente político. […] En los últimos años, es la arquitectura más que cualquier otro aspecto de la cultura contemporánea que ha tocado los nervios más profundos (Sudjic, 2006).

Sin embargo, ignora los conflictos menos visibles, pero igualmente dramáticos que están involucrados en la creación física de los edificios en primer lugar y la multitud de tensiones que han sido generadas por la evolución de la profesión misma. Cuando estos otros conflictos se acumulan en la parte superior de las controversias públicas sobre las prácticas arquitectónicas, el individuo con su argumento se convierte en un crítico de arquitectura, argumentos sobre como una sociedad entiende su pasado y sus valores; argumentos en los que la arquitectura nunca dejara de incitar la ruptura entre el ser comunitario y el ser individual.

La arquitectura da forma al paisaje de nuestra vida cotidiana en un sentido más amplio del ser en sí, a partir de un señalamiento social que termina generando lo físico y material en una connotación del espacio, como substracción de las imágenes cualificadas a partir de ordenes éticos y políticos del sistema de ordenamiento económico.  Aunque una dialéctica no alienada entre ética y política es posible en el esfuerzo de los individuos, siempre asociados con otros; pero la búsqueda de relaciones no alineadas no puede iniciarse sin la experiencia previa de alineación y sus posibles contradicciones como plantea David Harvey:

La conformación dinámica de las contradicciones cambiantes proporciona gran parte de la energía y del vigor innovador de la evolución conjunta del capital y del capitalismo, y abre una riqueza […] de posibilidades para nuevas iniciativas. Estas son las contradicciones y los espacios en los que está latente la esperanza de una sociedad mejor y de los que pueden surgir nuevas arquitecturas y construcciones alternativas (2014, pp. 215-216).

La ciudad y la arquitectura creada a partir de condiciones sociales, demuestra la influencia de mayor carácter que tienen las relaciones intrapersonales, teniendo en cuenta que las jerarquías sociales y el poder ejercen una especial atracción que da como resultado un efecto en la producción de imágenes bajo la ética y que estimulan la formulación de espacios heterópicos bajo formas radicalmente diferentes de producción, de organización social y de poder político.

La arquitectura es un lenguaje expresivo, capaz de transmitir mensajes muy concretos con fines emocionales y psicológicos, además de ideológicos y prácticos. “Es posible que determinado lenguaje arquitectónico no tenga un significado político concreto, pero eso no implica que la arquitectura carezca del potencial para asumir una función política” (Sudjic, 2010, p. 11). Sin embargo, la actual generación de arquitectos afirma que su obra es autónoma, o neutra de contenido político. En este sentido, Philip Bess argumenta el significado que se le da a las construcciones en los últimos tiempos, como instrumentos de desigualdad, como múltiples proyectos políticos alternativos y como respuesta a sus propias contradicciones. Con esta idea genera una consolidación de argumentos a partir de Aristóteles de acuerdo a la “moral – común” y luego desde Nietzsche bajo la “posición de individualismo”, dos posiciones contrastadas y referenciadas para entender el modernismo y el postmodernismo desde una mirada crítica hacía el resultado físico y vivencial en una dicotomía del pensamiento. Para ello,establece dos puntos de vista rivales de la ética y la arquitectura: El comunitarismo y el emotivismo, a través de la siguiente pregunta: “¿es la arquitectura que expresa la virtud cívica necesaria capaz de inspirar un comportamiento justo?” (Bess, 1996, p. 371), aunque el autor afirma que tal vez no encuentra la relación causa – efecto entre las posibles formas urbanas y el comportamiento humano inspirado sobre las virtudes, es posible que allí se encuentre dicha respuesta que nos hace participes en todo el sentido de los factores de la transformación,  desde esta perspectiva describe;  “Revertir la creciente tendencia hacia el individualismo requerirá ciertamente un cambio fundamental en los valores” (1996, p. 371), ya que el fin principal está en encontrar la mejor vida posible, un bien común.

Al respecto, entre el pensamiento de los filósofos antes nombrados Philip Bess señala en primer lugar que Aristóteles, llama la atención sobre “[…] el énfasis en la necesidad y centralidad de diversas virtudes morales e intelectuales para el logro del bienestar de los seres humanos, su relación con la vida de la ciudad y sus posibles implicaciones formales”, a este pensamiento se le suma la propuesta de Bess quien plantea, “[…] una relación genuina e intrínseca entre la arquitectura y la ética. Los edificios y las ciudades poseen y representan un cierto ethos, o carácter” (1996, p. 374), lo que conlleva a un pensamiento íntimo donde la relación entre ética junto con el comportamiento humano desarrolla un horizonte de correlación entre el ser – lo comunitario y la arquitectura. En segundo lugar, aparece un pensamiento centrado en las ideas del individualismo, Philip Bess hace un enfoque sobre Nietzsche quien cuestiona los supuestos Aristotélicos sobre el bienestar humano, la ciudad, el papel de la razón y la caracterización de la autoridad. “Para Nietzsche, el poder es la categoría irreducible en la comprensión de las relaciones sociales humanas, y la noción de autoridad legítima es, por lo tanto, inherentemente sospechosa”(1996, p. 376), entendiendo así el individualismo desde el punto contrapuesto a la naturaleza de la vida moral del comunitarismo, por consiguiente, Pablo Martínez Becerra explica que “Nietzsche más que fundar una moral individualista centra sus esfuerzos en reforzar y reorganizar la jerarquía, la cual justamente ha de estar encabezada por la figura de sentido del ser superior” (2006, p. 309).

Hoy en gran medida, las personas siguen el condicionamiento y una conducta social, gran parte del pensamiento es manipulación desde un poder arbitrario como lo deduce Nietzsche. El individualismo formula opiniones y conductas ligadas a la emoción, como especulación no razonada de las formas de habitar es pertinente cuando nos enfocamos en la vida contemporánea, áreas políticas y crítica, en la religión, en los diferentes discursos y en el arte. La emoción para el pensamiento moderno es comprender la arquitectura como construcción y la justificación de la nueva arquitectura al contrario se da bajo condiciones de emoción, una creciente tendencia hacia la vida moldeada a factores estéticos desde la superficialidad misma del poder y el capitalismo evidente en el postmodernismo.

Hay cierta ambigüedad de significado y contenido para entender la virtud cívica y el factor político del cual somos parte, se argumenta que, aunque la arquitectura tradicional y el urbanismo pretende reforzar los modos de vida comunitaria es errado decir que ello lo causan y por último tener en cuenta que cada vez son más los emotivistas los que dominan la arquitectura. “Un argumento fundamental del punto de vista Aristotélico/comunitario es que el bienestar humano individual es imposible aparte de los deberes y privilegios que acompañan a una variedad de prácticas, relaciones y roles humanos específicos” (Bess, 1996, p. 374), haciendo alusión sobre que finalmente el interés particular prima sobre el general y que, al encontrar ausencia de jerarquías y variedad de prácticas específicas, el poder olvida tradiciones y restringe la búsqueda de objetivos comunes. Por otro lado, para dar un salto hacia la ética es consecuente la comprensión que se puede hacer sobre la arquitectura como eje formulador de diferentes participaciones humanas en comunidades, las instituciones religiosas y las del estado configuran autoridades morales, jerarquías espaciales y formales que al mismo tiempo desembocan el carácter comportamental de vivencia y arraiga la construcción entendida a partir de la moral en la ética, hábitos cualificados únicamente para el ser humano un ser comunitario.

En un entorno en el que los acuerdos ya no son generados a partir de un consenso comunitario, los diferentes sujetos ofrecen diferentes opiniones y asuntos que en consecuencia no determinan decisiones para el bien común sino para el poder individual, la preservación de su ser y nada más que su ser.

Esto no quiere decir que los individuos son incapaces de ofrecer razones para sus opiniones. Es más bien observar que una sociedad emotivista es aquella en la que no hay consenso sobre un bien común o sobre la naturaleza de la razón en sí misma (Bess, 1996, p. 377).

En esta medida las normas, los códigos de comportamiento cambian y están dirigidos a fundar condicionantes de tipo ordenativo y reduccionista, olvidando el verdadero sentido de las manifestaciones arquitectónicas bajo preocupaciones e ideales humanos.

Dicho movimiento pretende respaldar el enfoque aristotélico, representado en modos de vidas diferentes pero articulados a prácticas comunitarias, a partir de los siguientes argumentos:

1) las implicaciones formales e intelectuales que se derivan de una cuidadosa consideración de la naturaleza de diversas prácticas humanas; 2) las virtudes de carácter necesarias para que los individuos puedan realizar los bienes internos a tales prácticas; 3) la ciudad como una colección de prácticas conducentes a la mejor vida para los seres humanos; y 4) la arquitectura como un símbolo de la autoridad legítima en la ciudad (Bess, 1996, p. 379).

La preocupación actual, es la perdida de los niveles de desarrollo por el cual la arquitectura dimensiona los diferentes argumentos desde una mirada comunitaria / individualista, pero más allá de cualquier tipo de orden, la búsqueda está en la brecha entre ciudad y arquitectura a nivel de desarrollo, donde el producto de esta deliberación comunitaria considerar la arquitectura como arte cívico, en contraposición a las teorías individualistas de la arquitectura como arte autónomo.

El compromiso en consecuencia sería observar las formas para corresponder hacia el verdadero sentido humano y no solo a una fachada con cualidades manipuladas en cuanto a la estética y la superficialidad con la que se pueda tratar la disposición de espacios. En este sentido, podemos preguntar: ¿Es la arquitectura un arte o un servicio?, Dane Ghirardo (1996) reconoce que en el ámbito económico la arquitectura tiene un afán por construir llamativos y costosos proyectos, sin embargo, estos edificios no proporcionan el avance continuo en como los seres humanos ocupan el mundo. Esta tergiversación intencionada desde la arquitectura manipula deliberadamente al usuario cotidiano, como mecanismo de lealtad ya no hacia la disciplina, sino hacia la elite controladora, Kenneth G. Masden y Nikos A. Salingaros al respecto nos dicen:

Este engaño, que ha caído sobre el mundo moderno del diseño, tiene en su núcleo una ideología autovalidante de superficialidad (es decir, basada en imágenes) y pseudo-intelectualismo. Creemos que este modelo de diseño es ininteligible, insostenible, inescrupuloso e inconveniente. También creemos que, con el tiempo, este proceso artificial finalmente alcanzará su propio límite (no) natural. Nuestra preocupación es lo que podría ocurrir en el vacío creado cuando el actual sistema de creencias colapsa de su propia irrelevancia(Masden & Salingaros, 2014, p. 188).

Lo subjetivo de lo estético finalmente, aunque determinante en el valor de la arquitectura se reduce a un juicio arbitrario, el gusto. Dependiendo de lo particular e individual, aquí es donde el sentimiento se posiciona sobre la arquitectura en todas sus formas, Christopher Alexander alude desde su punto de vista a que “[…] el núcleo de la arquitectura depende del sentimiento sobre ella” en (Ghirardo, 1996, p. 389), sugiriendo aún más con especificidad que la labor del arquitecto es la búsqueda de la armonía, incluyendo la comodidad y el confort físico y emocional.

Si bien no hay duda de que el entrono construido es fundamental para el logro y el bienestar humano, en la contemporaneidad no se resuelve este principio que caracterizaría el sentido de la arquitectura. 

La arquitectura contemporánea es, en el mejor de los casos, un lenguaje esotérico, enmarcado dentro de un argumento autoperpetuante que se desarrolla en una ideología que se asienta sobre la razón y el propósito racional. En el centro de su argumento está la apropiación de todas las ideas e información a través de un paradigma estético subversivo (Masden & Salingaros, 2014, p. 190).

Se evidencian imágenes poco armoniosas, se expone la estructura de poder de la élite detrás de los proyectos de arquitectura, un artefacto consumible que obtiene el reconocimiento y el prestigio de una sociedad minoritaria sin poder. Al hacerlo, esta actividad de manera irrevocable afecta el medio ambiente y disminuye notablemente el compromiso humano con el mundo hecho por el hombre.

La arquitectura se percibe como arte o como servicio dependiendo de un conflicto social entre clases e ideas competidoras, la estética y lo formal. Los elementos formales evocan un estilo y armonía trivial puesto que es la máscara que persuade el fondo trascendental del interés (poder e identidad) se olvida de lo social y es subjetivo e ingenuo se suele hacer una crítica apreciativa a partir de la moda y el gusto, “Sólo cuando arquitectos, críticos e historiadores acepten la responsabilidad en todos los sentidos nos acercaremos a la arquitectura de sustancia” (Ghirardo, 1996, p. 390), finalmente caracterizamos la arquitectura dentro de una maleabilidad evasiva correlacionada con lo económico y las políticas[2].

El propósito principal de la arquitectura y los seres humanos es “morar”[3], a ello hace referencia Karsten Harries (1996), en una posición similar a la de Bess (1996) en cuanto a la fenomenología y la autonomía al reintroducir el Ethos a la función de la arquitectura, porque vincula la relación ética con el morar, en contraste con las condiciones contemporáneas donde se evidencia una vida insignificante, dado que por cuestiones de la escala macro en términos de distancia se olvida la participación que sucede a escala humana. Ahora bien, en la actualidad se observa que la ciencia y la tecnología han generado una nueva libertad al transformar y homogeneizar el sentido del espacio, sin embargo, es esta libertad la que enfatiza el desarraigo por el lugar, la que pone al hombre desorientado en el espacio infinito, en una vida sin sentido, desligándolo del habitar, del encuentro con diferentes seres humanos para comportarse bajo la ética y las relaciones que se puedan dar cuando se habita en conjunto.

El sentido de “morar” para la arquitectura consiste, por tanto, en considerar que el construir no es un producto del simple hacer (producir) sino del morar mismo, pues como señala Heidegger, “la esencia del construir es el dejar morar”, ya que “solo si somos capaces de morar podemos construir” (Heidegger, 2015, p. 78), lo que remite a lograr una óptima calidad de vida y que la reconciliación entre tecnología y arte haga de la arquitectura un elemento productivo en la transformación de la realidad. En la actualidad, se observa que la arquitectura gracias a la tecnología se convierte en maquinaria como condición de la futura liberación del hombre, “máquinas de reproducción más que de producción, y presentan a nuestra capacidad de representación estética exigencias diferentes de la idolatría, más o menos miméticas” (Jameson, 1991, p. 83), máquina estética reproductiva de imágenes futuras como apoteosis del capitalismo.

En tiempos de desvalorización de la habitabilidad y de la uniformidad de las formas de vivir es preciso tener en cuenta nuevos estándares para la ética profesional. William McDonough (1996), fomenta nuevos estándares y los posibilita en favor de la naturaleza y de lo humano y su impacto en el mundo, hace un énfasis acercamiento al sentido del diseño sostenible, puesto que algunos capitalistas y funcionarios inducen a desconocer a la naturaleza y a tenerla en cuenta solo a largo plazo, aunque como nos dice McDonough “[…] llegamos a la paz con nuestro lugar en el mundo natural” (1996, p. 398). La ética incluye otras especies y el cuidado de las futuras generacionales, el papel del arquitecto es el liderazgo por el desarrollo, crear soluciones mediante la evaluación para llevar a cabo un resultado hacia la prosperidad, productividad y la calidad de vida, por ello su correlación con el sentido de morar como señala Heidegger.

Finalmente es importante proponer, un sistema extraordinariamente complejo y eficiente para la creación en donde se entienda el papel del arquitecto que es dar solución a exigencias humanas, pero ante todo ligadas a la ley natural, que responda a las necesidades y no a la mutilación de los principios naturales. Entender como humanos que estamos relacionados a una posición ética inter-especies donde el diseño, la ecología, la realización de las cosas deben proporcionar un modelo de acción, no de dominación, que nos debe llevar hacia la compresión de un mundo en constante evolución, pero en el que se inscribe la adaptación del coexistir entre el humano y la naturaleza.

4. Conclusiones

El instinto humano, la experiencia cognoscitiva e intelectual en la que vivenciamos el mundo, es la forma y versión más real en la cual podemos indagar y estudiar la complejidad de la arquitectura, llegar entonces a una imagen del mundo que incluye el yo, y que claramente reconoce la naturaleza personal del universo. La arquitectura deja ver algo más allá de los códigos aquí esbozados, habla de la sociedad en la que vive y la somete a crítica. Aceptar que estos hechos que deben ser explicados no desaparecen y no serán suficientes cuando se construye una arquitectura viviente y se piensa una arquitectura para la vida.

La arquitectura hoy da señales legibles –e ilegibles- de hasta qué punto, en este mundo de intriga, en medio de esta bruma, todo puede estar relacionado. La radicalidad de la crisis de nuestro siglo como problema de la arquitectura, la radicalidad de la crisis de la humanidad, establece un proceso recursivo en el que la arquitectura ha dejado de ser arquitectura para convertirse ahora en un continuum icónico. La adopción del concepto de imagen como fundamento y nuevo parámetro de construcción figurativa, así como la ilimitada producción y mercantilización de las imágenes en la cultura contemporánea ha relegado el concepto de imagen a una forma superficial, estilizada y efímera de representación artística y de comunicación visual.

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[1] “Significa precisamente nuestra sensación de estar perdidos, de no saber cómo actuar y qué esperar, con la consiguiente falta de disposición a comprometernos” (Bauman, 2009, p. 166).

[2] La construcción de proyectos de autor activa plusvalías económicas y simbólicas estratégicas en materia de legitimidad política. El discurso del proyectista permite simular las operaciones inmobiliarias promovidas desde la gestión urbana empresarial que dirige el desarrollo de la ciudad. De manera simultánea, el fundamento de la crítica arquitectónica determinado por la experimentación del lenguaje de representación, concibe el conflicto social como una anomalía a ser reformada bajo la rigurosidad geométrica y la arbitrariedad creativa.

[3] La relación del hombre con el espacio consiste en un morar esencialmente pensado (comprendido) y en un vivenciar resuelto en lo habitado.